miércoles, marzo 29, 2006

El Topo

Hola, yo soy un topo de color verde y vivo en una cueva muy bonita de color cielo, mis vecinos son un mapache violeta con rayas marrón y un ratón azul marino que siempre están comiendo ricas manzanas naranjas y soltando tremendas carcajadas moradas, han de ser muy felices.

Cada que llueve y el cielo se pone blanco me acuerdo de una linda conejita amarilla a la que quiero mucho, ella vive detrás de esos montes escarlatas, pero siempre está conmigo, y vemos las estrellas rosas incrustadas en el cielo café del medio día, y le doy abrazos color lila y me regresa mil besos de color... ¿de qué color eran sus besos?...



Es verdad,


todo en realidad es negro.

lunes, marzo 27, 2006

La textura eléctrica.

El sonido del celular ensucia mi silencio, el timbre de la puerta le hace compañía; estoy sentado en la sala viendo hacia el cancel que lleva al jardín y a través de la translúcida cortina aun puedo ver a la niña saltando la cuerda, como un recuerdo, como un fantasma, y el ruido sigue.

Gracias a Dios, el sonido del timbre se detiene, si reflexionas sería lo más lógico pensar que no estoy en casa e ir a buscarme en otro lado, ¡pero el celular continúa gritando!, el tiempo no se ha detenido como yo lo pensaba. El celular llora, gime, berrea, barrita, ladra, suplica, este aparato lleva en él la maldición de que estemos siempre localizables, quizás sea el director de la escuela, la policía, ¡el ejército!

tarararan - Tarararan – TARARARAN... ¡ESTOY HARTO!

Me atrevo por fin a mirar el identificador, es... “AMOR”, contesto, la textura eléctrica de sus palabras a través del celular, me hace pensar que no es ella, que es tan sólo una voz, la voz de una máquina, una voz sin alma. La voz grita - ¡Uziel, la niña está muerta!- ante ese absurdo, ante ese extraño fenómeno vociferante, me calmo, y contesto tranquilamente – lo sé- le digo – yo la maté -.

jueves, marzo 23, 2006

Dios ha muerto, ¿alguien lo extraña?.

La apatía surgida de nuestra inmadura idea de Dios.
Como decía Jean Rostand, un biólogo, “Nunca se ha hablado tanto de Dios como desde que ha muerto”, y es que ciertamente, hubo un gran período entre el cierre de edición de la Biblia en el medioevo hasta la aparición del nihilismo, el existencialismo y otras corrientes, en que nadie se cuestionó tanto acerca del creador, amo y señor del universo.

Dios, como cualquier tema metafísico es polémico desde que se postula como no probable pero posible, desde que no podemos formular una prueba concreta y aterrizable para su razón de ser o de no ser; vamos, desde que la razón tiene que verse rebasada y no nos queda mas que la fe.
Pero la fe ya no es algo que esté muy de moda, hay quienes intentan rescatarla como la última salida, como lo único que es capaz de aferrarlos a un mundo que se mueve rápidamente y que no los toma en cuenta. Pero para los demás ¿es importante?, ¿Cuántos hay que acudan a Dios si no es para reclamar su desdicha o para agradecer que esta terminó y desear que nunca vuelva?
Fuera de esas situaciones, somos generalmente apáticos a todo cuanto tenga que ver con nuestro interior, somos apáticos ante nuestros encuentros emocionales. Y eso muy seguramente tenga que ver con nuestra inmadura y prehistórica forma de entender a Dios. El propósito de este pequeño escrito, es simplemente dar mi opinión sobre lo que la idea de Dios significa para el hombre postmoderno.
¿Cómo murió Dios? Dios muere como muchos lo saben en la obra de Nietzsche “Así habló Zarathustra”, una obra que es, aunque muchos digan que no, fundamentalmente humanista, ya que impele a la superación del hombre “una cuerda tendida entre la bestia y el superhombre, una cuerda tendida sobre un abismo”.
Éste superhombre, capaz de caminar entre cumbres, capaz de fijar para sí mismo, y sólo para sí mismo, su propio bien y su mal. Capaz de no avergonzarse del desprecio y capaz de ser un Yo en vez de un La Mayoría; es un ser que ya no necesita a Dios y mucho menos a sus predicadores “predicadores de la muerte”, que buscan inútilmente la vida eterna pues no tienen la fuerza para soportar su mortalidad.
Ahora bien, claramente no somos Superhombres, es claro que todos pecamos de seguir tomando nuestro bien y nuestro mal de una sociedad ya inventada. No tenemos el valor de romper las tablas, y mucho menos estamos concientes de que el hombre “es algo sobre lo que también se puede saltar”.
El mal que sufre la humanidad, ni siquiera es un delirio de grandeza que nos haga pensar que hemos cruzado el abismo, es algo tan poco complicado y tan trivial, que habla perfectamente del humor de nuestros tiempos. Tiempos en los que nos fascinamos de forma casi erótica cuando vemos en vivo y en horario prime time a alguien lavándose los dientes.
La humanidad sufre un severo caso de apatía. Apatía emocional.
Lipovetsky proclama de forma irónica: “Dios ha muerto, las grandes finalidades se apagan, pero a nadie le importa un bledo”. Esto es, que los individuos aspiran cada vez a un mayor desapego emocional, a no sentirse vulnerables; tienen enorme miedo a la decepción, un enorme miedo a sentir porque el sentimiento “atora” su vertiginosa forma de vida, y lo peor es que esta incapacidad sentimental que se han provocado los tiene igualmente perturbados. “¡Si al menos pudiera sentir algo!” es la fórmula que traduce la desesperación de este sujeto postmoderno.
Genial ejemplo de ello es la obra de Palahniuk llevada al cine, Fight Club, que trata sobre un movimiento contestatario a la forma de vida postmoderna y a su vacío de sensaciones, a través de un club donde pelean a puño limpio unos con otros, para cuando menos, tener el placer de sentir dolor, dolor natural y primitivo que no se vende en lata ni se prepara en microondas.
La idea de que Dios esté muerto, aunque lo parezca, en realidad no suele significar demasiado para el hombre postmoderno, exista o no exista un orden en el caos, esto no repercutirá en esa sensación de soledad, eso no llegará a llenar ese vacío emocional sino que por el contrario lo hará sentirse más solo. Dios está allí cuando nuestras capacidades humanas son rebasadas, cuando hemos sido excluidos, rechazados, cuando tenemos miedo; el demás tiempo está muerto y a nadie parece importarle.
Esto, desde mi perspectiva, obedece a una razón muy sencilla, puede que estemos en la era de la información, que la tecnología haya rebasado los límites de lo imaginable, según nosotros hemos matado a Dios con el puñal de la ciencia y por la espalda. ¡Por favor!, ni siquiera somos capaces de comprendernos a nosotros mismos y pretendemos saber con certeza el origen del universo.
Somos un ágora, sí, las matemáticas y la física nos brindan pruebas de todo lo visible y lo invisible sí, pero nuestra idea de Dios no ha cambiado demasiado; aun consideramos a Dios como una figura paternal, castigadora y cruel como lo era en el antiguo testamento o en el Ramayana o en la edad de piedra. Como postula Fromm en el Sintagma de Cristo, la idea de lo sagrado, de lo supraterreno, de lo metafísico, sigue siendo vertida en la mente infantil de la misma forma como se hacía en la antigüedad, la figura a través de la cual el niño entiende a Dios es por lo regular a través de su padre, el cual es cruel y fustigador, pero al mismo tiempo benefactor y protector.
Ahora bien, el postmoderno piensa de forma similar a esto: “¡a mí qué me importa que Dios exista o no, que esté muerto o que nunca haya existido!, finalmente si algo me aterroriza es la idea de que sea real, porque eso significa que en verdad estoy solo, porque me ha olvidado tiempo atrás”. Eso piensa, entre líneas, y con profundo temor de admitirlo sobre todo si es “creyente”.
Finalmente yo soy un producto de la cultura postmoderna, y desde pequeño la idea de Dios no ha servido para otra cosa sino para dar salida a mis frustraciones, para darle una razón a mis sufrimientos y para hacerme sentir abandonado. Y es que de repente vendimos nuestros sentimientos a cambio de un ideal de vida que alguien más inventó, cambiamos nuestras emociones por placeres volátiles y todavía nos sorprende sentirnos solos en el mundo.
Me viene a la mente la película “Trainspotting” de Danny Boyle, la cual nos muestra la apatía vital que sufren en una sociedad carente de ideales y donde todo está preestablecido ("Elige un empleo, una vida, una televisión, un piso, tus amigos, tu ropa, la comida basura, el fútbol.."), el aburrimiento por la rutina de la cual tratan de escapar experimentando nuevas vivencias intensas con una interminable curiosidad, la conclusión a la que llega el personaje principal es “Elijo no elegir nada”. Vivir en el filo de la vida, dejarse llevar por el placer y la pasión, buscar el límite de la emoción hasta quedar exhausto y sobre todo el elegir no elegir la vida como una opción ya que no hay razones lo suficientemente importantes como para escoger. En resumen, dedicar toda una existencia a su propia autodestrucción.
Cuál es el papel de Dios en este curso de colisión contra el infierno que es la vida postmoderna, pues bien, el papel de Dios para este tipo de sujetos es el mismo que para muchos otros, “si está muerto qué bueno que lo esté, y si no lo está me odia y yo lo odiaría si me importara un carajo”.
Así lo asegurarían si, en el fondo, no le temieran a “Dios” y no temieran pensar así. Porque estamos muy niños como para decirle a nuestro “padre”, de una vez por todas, que ya no lo necesitamos, que ya estamos grandes para elegir entre lo bueno y lo malo y que sus regaños y sus amenazas ya no nos asustan. "Y métete tus plagas por el culo".
Quizás la idea de un Dios sería saludable si esta fuera una idea más madura, si no pensáramos en Dios como un controlador de nuestro destino o un cumplidor de milagros. En realidad no sabría cómo explicarlo, pero lo que sí se es que de un tiempo a acá la idea de Dios y de mí mismo ha cambiado, de alguna forma llegué a la conclusión de que si bien estoy solo por naturaleza, yo significo para mí una excelente compañía, hay algo más allá de mi propia existencia que me hace sentirme felíz conmigo mismo, que me hace sentirme parte de algo hermoso, soy único y soy tantos y soy todos tan grandes. Si yo soy todos los que soy, ¿entonces quién soy yo? Yo soy el Místico.
Siempre existirá un consuelo para cuando pienses que no le importas a Dios, y es que la mayoría del tiempo a ti tampoco te importa. Dios se encuentra seguro en el Olimpo, en el Valhala o en el cielo, incuestionable, incomprensible e inamovible. Aquí en la tierra no hay lugar para Dios, aquí en la tierra no tiene ni siquiera el privilegio de morir en una cruz. Aquí en la tierra, Dios murió de indiferencia. Y nadie lo extraña.
Cada criatura, al nacer, nos trae el mensaje de que
Dios todavía no pierde la esperanza en los hombres.
Rabindranath Tagore.

miércoles, marzo 22, 2006

Todo está consumado


De la serie "Las Siete Palabras", aquí represento a Cristo tras su muerte en la cruz, volviendo al útero de María. Bajo la premisa de que, siendo que su origen no fue biológico, debe volver al cielo a través del mismo portal que utilizó para salir de él.

sábado, marzo 18, 2006

Sala de Gurgencias

Corro. corro. corro. corro. La vida tiene 600 caballos de fuerza. La vida acelera de 0 a 100 km/h en 1.3 segundos. Corro.corro.corro.corro.




Muro de concreto.




Sólo así­ pude detenerme.
300 pulsaciones por segundo.
Signos vitales por primera vez en mi vida.
¿Para qué frené?



Sólo para verte,
me urges.




Me urge liberarme de este peso,
el peso del beso que no te he dado todaví­a
me urge tu mano dibujándose arrugas entre las mí­as
me urgen mis brazos envejeciendo alrededor de tu cuerpo.


Me urge esa eternidad que no entiendo,
ese eterno pedazo de aire entre nosotros y el tiempo,
y por centésima vez en lo que va de esta hoja,
me urge volver a darme de lo mucho que te quiero.


Me urges,
como siempre.