lunes, marzo 27, 2006

La textura eléctrica.

El sonido del celular ensucia mi silencio, el timbre de la puerta le hace compañía; estoy sentado en la sala viendo hacia el cancel que lleva al jardín y a través de la translúcida cortina aun puedo ver a la niña saltando la cuerda, como un recuerdo, como un fantasma, y el ruido sigue.

Gracias a Dios, el sonido del timbre se detiene, si reflexionas sería lo más lógico pensar que no estoy en casa e ir a buscarme en otro lado, ¡pero el celular continúa gritando!, el tiempo no se ha detenido como yo lo pensaba. El celular llora, gime, berrea, barrita, ladra, suplica, este aparato lleva en él la maldición de que estemos siempre localizables, quizás sea el director de la escuela, la policía, ¡el ejército!

tarararan - Tarararan – TARARARAN... ¡ESTOY HARTO!

Me atrevo por fin a mirar el identificador, es... “AMOR”, contesto, la textura eléctrica de sus palabras a través del celular, me hace pensar que no es ella, que es tan sólo una voz, la voz de una máquina, una voz sin alma. La voz grita - ¡Uziel, la niña está muerta!- ante ese absurdo, ante ese extraño fenómeno vociferante, me calmo, y contesto tranquilamente – lo sé- le digo – yo la maté -.

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