viernes, agosto 04, 2006

El Destino de Faustino

Faustino se despierta, limpia las lagañas, rasca la mollera, seca las babas, inspecciona las bolas, está crudo. Todo es absolutamente como cualquier día hasta que ve su reloj despertador, y se da cuenta de que es martes 13, eso lo pone extremadamente nervioso, se sienta en la cama, pone su pie izquierdo en tierra firme, y se punzocorta con un pedazo de objeto cristaloso.

- ¡Me lleva la chingada! – brama Faustino entre otras cosas menos elegantes.

Inspecciona la lesión, y de entre las carnes de su planta extrae un luminoso trozo de espejo que termina reflejando su carota de estupor (es decir expresión de pendejo asustado).

Sobresaltado, Faustino voltea a todos lados y sus ojos se encuentran finalmente con la imagen del espejo del tocador roto en cachitos. Al no encontrar explicación posible para tal desastre, decidió inventar una que lo tranquilizara provisionalmente:

La luna por naturaleza ejerce un cierto tipo de magnetismo debido a su propia fuerza de gravedad, dicho magnetismo debió haberse magnificado por alguna cuestión, probablemente su plato de sky pirata tiene algún tipo de defecto de fabricación que lo convierte en un receptor, magnificador y emisor de ondas electromagnéticas. El cable de su sky pirata pasa exactamente detrás del espejo, el cuál tiene un marco de aluminio. La fuerza constante del cable de sky pirata ejercida casi directamente sobre las partículas del marco durante toda la noche, debió haber causado una retracción irregular lo suficientemente importante como para estrellar el espejo debido a la presión.

De ésta forma, podía evadir la idea de que anoche llegó borracho, y muy probablemente rompió el espejo cuando arrojó sobre él un zapato pensando que se trataba de algún intruso. Ya que admitir ésta versión de los hechos significaría que estaría condenado, por no decir jodido.

Quisiera no salir de su cuarto, pero debe ir a trabajar, están haciendo recorte y su área será una de las más castigadas. Comienza su diario ritual de acicalamiento, y digamos que todo le sale del carajo: el agua sale fría, está bien crudo, se acabó el shampoo, la toalla se mojó, está bien crudo, no hay ropa limpia, nada de desayunar y además de todo está bien crudo.

Pero no había pasado lo peor, baja a su garage dispuesto a salir en su auto y se arranca cerca de cien cabellos al descubrir que tiene dos llantas bajas; eso sin contar el detalle de que hay una señal de tránsito incrustada en la parte inferior de la defensa delantera.

Tras propinar dos buenas patadas a una de las flácidas llantas y posiblemente con ello fracturar su dedo chiquito del pie, decide ir al trabajo caminando valiéndole madre si eso significaba llegar tarde, pues no pensaba abordar un camión o un taxi en un día como éste. Seguramente sería asaltado, lastimado, ultrajado o todas las anteriores.

En cuanto pone un pie fuera del edificio, un desaliñado gato flaco color negro lo desafía con furia, Faustino corre despavorido gritando y agitando los brazos en el aire hasta que choca con una vetarrita chaparrita vestida enteramente con trapos y cosas brillosas.

- ¡Ten cuidado! ¡pendejo! – desgañitaba la venerable anciana entre otras cosas menos propias.

Faustino se pone de pie y se le queda viendo estupefacto a la anciana que yace visiblemente descompuesta a sus pies; ésta lo mira con cierto encono desde el piso y al ver que nadie piensa ayudarla a incorporarse decide hacerlo por sí misma.

Se sacude los trapos, se limpia los mocos y mira furiosa a Faustino que sigue observándola con cara de tonto. Entonces la anciana, que tenía ambas cejas apuntando directamente al sur, súbitamente levanta su peluda ceja izquierda, se acerca cautelosa al sujeto, lo olfatea, lo mira de pies a cabeza, lo vuelve a olfatear y comienza a gritar como histérica.

- ¿Qué? ¿Qué le pasa? ¿Señora? ¿Señora? ¿Qué chingados tiene? ¡No me chingue! – chillaba Faustino recién sacado a punta de alaridos de su trance.

La anciana recupera la compostura, resopla, vuelve a olfatear a Faustino y pone unos ojos grandotes grandotes, entonces manifiesta con voz mesiánica llena de ecos y acompañada de sendos estruendos y pretenciosos efectos de luz.

- En el día de los malos augurios un relámpago andante color rojo cortará de tajo todas las líneas de tus manos –

Terminan los efectos de luz y sonido, Faustino se siente confundido, ya que con tanto estruendo no entendió un carajo de lo que dijo la anciana; entonces, mientras la agita vigorosamente, la abofetea y le pisa un cayo, le pide una explicación.

- ¿Qué coños quiere decir con eso? ¿Qué significa? ¡No entendí ni madre de lo que dijo! ¡Pinche vetarra!-

El hombre suelta a la anciana para permitirle darle respuesta a sus preguntas, la viejecita recobra el aliento, lo mira con un dejo de resentimiento y le dice:

- Quiere decir que te va a atropellar un coche rojo, hoy mismo, y te vas a morir ¡Y qué bueno!-

Presa del pánico, Faustino vuelve a agitar, a abofetear y a pisar con fuerza el cayo de la viejita mientras le implora escandalizado:

- ¡Sea más específica señora! ¡se lo suplico! ¡sea más específica! ¡Pinche vieja jija de la chingada! –

La señora es liberada, logra restablecerse, resopla, mira a su agresor con los ojitos llenos de lágrimas y sentencia enérgica:

- ¡Cómo eres pendejo! Te va a atropellar un jetta rojo, con placas de Michoacán, hoy, antes del medio día, y te vas a morir, y nada podrás hacer para evitarlo ¡nada! ¡y me dará mucho gusto! Ja ja ja ja ja-

La viejita escupe, se da la media vuelta, y se aleja con veloces pasitos cortos. Faustino por su parte siente cuerpos extraños en el pescuezo que no logra tragar; horripilado, comienza a dar pequeñas zancadas hacia atrás y acto séquito sale corriendo como un desequilibrado, aullando y agitando los brazos de regreso a su casa.

Corre y corre como loco hasta el final de la cuadra, y se ve en la necesidad de cruzar al otro lado de la calle. Entonces todo el mundo se detiene a su alrededor, observa la figura congelada de la gente como si ese instante se hubiera detenido para serle mostrado solamente a él. Un señor gordo de barba, un perro haciendo pipi, una viejita medio ciega, unos pajarillos apareándose y de súbito, en el horizonte, un jetta rojo con placas de Michoacán.

Faustino sabe que ese auto viene directamente hacia él, que no importa a dónde se mueva el auto lo seguirá hasta causarle una muerte segura. Tenía que pensar rápido, muy rápido, antes de que el estado de congelación de ese instante terminara.

Terminó. Faustino grita, mira al señor, al perro, a los pajarillos, a la viejtia, la viejita, el carro, el carro, la viejita.

Faustino exclama:

- ¡apártense!- y en seguida patea a la viejita medio ciega en el culo arrojándola hacia el asfalto…






Dan las doce de la tarde, Faustino suspira con alivio, y sonríe, sonríe como nunca antes lo había hecho.

No hay comentarios.: