miércoles, abril 26, 2006

Demian

La ética del individuo
Me gustaría comenzar dando la siguiente recomendación: no comprar libros de “Ediciones Leyenda”, ¿la razón?, esta edición de Demian carece de un prólogo de la editorial, está llena de aberrantes faltas de ortografía, de trágicos errores de puntuación y semántica y dado que no se menciona el nombre del traductor, es justo sospechar que la misma no es de mucha calidad.

Es cierto, como dicen los que saben, nadie traduce como lo hace un Paz, un Baudelaire, o un Borges, porque nadie lee como ellos, porque nadie escribe como ellos, porque pocos tienen este entendimiento complejo del universo. Hermann Hesse es precisamente uno de estos iluminados capaces de entender al universo desde dentro de ellos mismos, a tal grado, que a pesar de la patética traducción de su obra, logra tocar las fibras más sensibles de aquellos que lo reviven por medio de sus letras.

En fin, después de esta amarga queja, entremos en materia, para fines de este trabajo, he decidido abordar, muy superficialmente, una de las obras más impresionantes y conmovedoras del teutón Hermann Hesse, desde el punto de vista ético. Sin duda hay tela de donde cortar, pero un análisis del Demian es motivo de otros veinte o treinta libros, por lo que, como ya mencioné, me limitaré a hacer una breve reflexión analítica.

Ahora bien, ¿de qué se trata este simpático librito tan afamado por los intelectuales europeos coetáneos de Hesse?. Pues simplemente cuenta la historia de la juventud de Emil Sinclair. Su tránsito de la infancia a la adolescencia y como a partir de ese punto su vida se abre paso hacia la madurez.

Se trata por tanto de una novela sobre la experiencia, donde se traza ese camino de aprendizaje que llevará a Sinclair a pasar del mundo luminoso y seguro de la infancia representado por la vida familiar, al mundo oscuro del conocimiento representado por su amigo Max Demian y los que como él llevan en la frente el "estigma de Caín". (Oscuro como me gusta).

En este sentido es también la historia de una amistad. Esta historia no es por tanto solamente un viaje hacia el mundo de los adultos sino también un viaje hacia el interior de sí mismo. De autedescubrimiento y sobre todo de autoafirmación.

Demian es también una repulsa de la sociedad burguesa y masificada. Fue escrita tras las trágicas experiencias de la Primera Guerra Mundial. La narración que termina precisamente con estos hechos dramáticos es un llamamiento también a la formación de otros ideales humanitarios que permitan reconstruir otro hombre (ejemplificado en los que llevan el estigma) sobre los escombros de la guerra.

Hay tantísimas frases hermosas en este libro que pueden analizarse desde el punto de vista ético que el sólo transcribirlas sería emocionalmente glorioso, porque así es Hesse, en el momento más inesperado escupe verdades inmensas, es tan increíble su concepción de la verdad, del todo, es sumamente admirable esa profunda presencia del sentido místico en toda su obra. Sin embargo, creo que con un sólo fragmento tenemos para comprender lo que la ética significa para Hesse, para Demian.

Demian, en ese tónico mesiánico no hipócrita le dice a Emil: Por tanto, cada uno de nosotros ha de encontrar por sí mismo lo “permitido” y lo “prohibido” con respecto a su propia persona. Se puede no hacer nunca nada prohibido, y ser, sin embargo, un perfecto bribón. Y al contrario, probablemente es una cuestión de comodidad. El que es demasiado cómodo para pensar por su cuenta y erigirse en su propio juez, se somete a las prohibiciones tal como las encuentra. Eso es muy fácil. Pero otros sienten en sí su propia ley; a esos les están prohibidas cosas que los hombres de honor hacen diariamente y les están permitidas otras que normalmente están mal vistas. Cada cual tiene que responder de sí mismo”.

Me gustaría poder decir algo, pero creo que no hay nada más claro que lo anterior sobre lo que considero debe ser la ética. Eso es la ética para mí, algo que emana, que nace, que surge de mí y que debo afrontar y respetar como mío. Las leyes de mi vida las he impuesto yo, mi fe, mis caminos y mi destino son míos, yo los trazo y yo los defiendo.

O encajamos en el engranaje social, y funcionamos como la aceitada pieza que espera que seamos, o rompemos con los convencionalismos, y nos volvemos, lo que bien llaman, inadaptados sociales; que van desde los nerds retraídos amantes del Yu Gi Oh a sus mas de veinte años, hasta los John Christie, los Wayne Gacy, los Ted Bundy y hasta los Tarantino.

En ocasiones, romper con lo esperado, es la única alternativa que nos deja una vida plagada de reglas absurdas, de reglas que en algún momento se le ocurrieron a un supuesto sabio y que desde pequeños nos inculcan como verdades absolutas: como tu familia es católica tú debes ser católico, como naciste en México debes amar a México, matar es siempre malo a menos que defiendas una causa a la que no le importas un carajo, existen pensamientos impuros, el sexo es sucio, etc. Montón de paradigmas que lo único que hacen es negar la existencia de un lado inherente del hombre, parcializando el mundo, y haciéndonos sentir culpables por acudir de vez en cuando a nuestra naturaleza “oscura”. Ese Lobo Estepario que le gruñe desde dentro a nuestros convencionalismos sociales.
El hombre íntegro, desde mi punto de vista, debe ser aquel con la fuerza de resquebrajar estas leyes, con el valor de erigirse en sí mismo, de forjarse él mismo a pesar de todo, afrontando sus propias consecuencias. Esos han sido los grandes hombres, los que permiten a sus leyes de vida, a sus valores y a sus ideales emanar de sí mismos sin importar lo que su entorno social les reclame.

Esa es mi conclusión, mi ética surge en mí, desde el momento que mandé al demonio todo lo que me dijeron que era verdad y procuré descubrirlo por mí mismo. Así se nace como hombre ético, como hombre en sí. De otra forma, mientras no nos reconozcamos como individuos, mientras no comencemos a cuestionarnos sobre nuestro propia idea del bien y del mal, no seremos sino un montón de fetos hipócritas esperando cómodamente que alguien o algo nos escupa una respuesta.
“El que quiere nacer, tiene que romper un mundo"
Hermann Hesse. Demian.

No hay comentarios.: