martes, mayo 09, 2006

El minero del pellejo

“¡Te quiero y no quiero quererte!”

Aun rebotan los ecos de ese grito en el fondo de la mina donde se aparece el minero del pellejo.

Corría un año ya muy viejo, creo que mil novecientos treinta y algo. Un señor llamado Don Marcelo llevaba trabajando en la mina unos cuarenta años, le conocía todos sus rincones, incluso podía escuchar su voz diciéndole para dónde cavarle. Era un hombre corpulento, ya saben, pelo en pecho, bigotote, canoso y las manos curtidas por la pala.

A la zona de Don Marcelo llegó una tarde un aprendiz, un chaval de nombre Enrique de unos veinte veintidós años, medio flaco, larguirucho, de ojos chiquitos y con los pies muy raros. No sabía nada del oficio, decían que había huido de su pueblo por líos de faldas. A don Marcelo que no le gustaban los chismes no le importó este detalle, y se dedicó, como le ordenó el capataz, a enseñarle el oficio de minero.

Don Marcelo y el joven Enrique hicieron migas luego luego, iban a la cantina juntos, eso es el mayor rasgo de diplomacia entre los hombres. Que qué buena está la Margarita, que el capataz Alfredo tiene como dos viejas, que la raya no alcanza, que los problemas en los pulmones, temas cotidianos en la mina. Fueron pasando los meses y como pasaba en aquel tiempo, pues no pasaban muchas cosas que digamos.

Salvo por esas ganas de estar con él, de acompañarlo a su casa, esas ganas de trabajar horas extras y de verlo los domingos, esas ganas de mostrarle los secretos de la mina, esas ganas de estar ahí. Esas ganas.

No podía ser, no él, no Don Marcelo, no en ese lugar del mundo ni mucho menos en ese tiempo. No a su edad por Dios. Cómo pudieron sus manos llegar a ese lugar, cómo pudieron sus brazos, cómo pudo su boca imaginar tal cosa. ¡Por qué!

Por supuesto que no, eso no era correcto, eso desafiaba la ley de Dios, eso no era decente, ¡eso no podía permitirse!



“!Te quiero y no quiero quererte!”




Así que Marcelo decidió arrancarle el rostro a Enrique con un cuchillo y después, después decidió morirse.




Historia supuestamente verdadera (igual y ni tanto)
que surge de una exahustiva investigación
de un par de raros sujetos interesados
en las historias de fantasmas
con temática gay.
Lo cuál me recuerda la muerte
de los contenidos homologados
y generales.
Cada loco con su tema.

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