sábado, julio 15, 2006

Rosa

De la serie "máquinas violentas"
Photoshop CS2 sobre pantalla
Decía Picasso que todo acto de creación es en primer lugar un acto de destrucción; la destrucción nos hace descubrir la verdadera naturaleza de las cosas, nos hace comprender de qué está hecho el mundo. Como Celso o el mismo Galeno y sus procedimientos de exploración en criminales, soldados y gladiadores heridos. No tendriamos Anatomía ni Cirujía en nuestros días de no ser por ese par de sádicos.
Destruir con el fin de crear algo el un acto plenamente justificable, y en muchos casos, ampliamente necesario. Sin embargo, existe en el hombre esa extraña fascinación por la destrucción tal cual, la calamidad como un fin en sí mismo.
Sobre todo, ese extraño placer se experimenta cuando tenemos la oportunidad de destruir algo que pudo habernos conmovido de manera increible, algo que pudo habernos hecho felices. Es un placer de esos feos, de los que no duran ni siquiera el instante completo de su ejecución, de esos que te hacen sentir culpable, porque fue generado desde la peor parte de ti mismo.
¿No podemos tolerar la dicha? ¿No somos capaces de soportar la belleza? ¿Tenemos miedo de ser felices puta madre?
Quizás se deba a que las cosas lindas nos recuerdan lo enormemente miserables que somos, lo grandiosamente horrorosos que nos sentimos. Matando lo bonito a nuestro alrededor quizás intentamos desesperadamente aniquilar lo malo que hay en nosotros. Y eso sinceramente es una mierda.
Yo soy muy feo, y he destruido muchas muchas cosas hermosas.
I felt like destroying something beautiful
Puta madre
puta madre
puta madre

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